Estimados todos en el Señor:
Al concluir este año académico, nos reunimos para elevar una acción de gracias sincera y profunda al Señor. Lo hacemos a la luz del Evangelio proclamado hoy, tomado de Mateo 9, 27-31, que nos presenta a Jesús devolviendo la vista a dos ciegos. Este pasaje nos recuerda que la fe es esencial para ver a Jesús, para reconocernos sostenidos por su gracia y para descubrir, más allá de lo visible, la presencia amorosa del Reino.
Jesús no solo cura la ceguera física; Él pide una fe capaz de iluminar el corazón. Nos invita a abrir los ojos del alma para mirar con esa luz interior que permite interpretar la vida desde la providencia, releer nuestra propia historia y descubrir cómo Dios, día a día, nos ha llevado por caminos de crecimiento, de salvación y de esperanza.
Desde esta perspectiva creyente, dar gracias brota naturalmente: quien reconoce la obra de Dios en su vida no puede sino responder con amor.
Dar gracias a Dios es reconocer su bondad al darnos la gracia; es cooperar con ella para caminar hacia la santidad; es dejar que la gratitud transforme nuestro corazón. Su expresión más plena es la Eucaristía, el gran acto de acción de gracias en el que toda la vida se ofrece y se renueva.
Hoy, al cerrar un nuevo año, queremos agradecer al Señor por todo lo vivido: por lo bueno que nos alegró y fortaleció, y también por lo difícil, que puso a prueba nuestra fe y nos ayudó a madurar. Agradecer implica también purificar el corazón, liberarlo de rencores, resentimientos y temores, para abrirnos a los dones que el Señor desea seguir regalándonos.
Esta mirada agradecida nos invita a ver la vida como una peregrinación, donde la fe es el verdadero tesoro. Con fe, incluso lo pequeño se vuelve significativo; incluso lo arduo puede convertirse en gracia; incluso lo cotidiano se transforma en camino de encuentro con Dios.
En esta acción de gracias, no podemos dejar de contemplar la vida que se ha tejido en nuestra Residencia Universitaria San José. Esta casa es una comunidad educativa católica que acompaña al joven universitario en su búsqueda personal y vocacional. Aquí se integran el crecimiento intelectual, humano y espiritual; aquí se forjan amistades, valores y convicciones; aquí se proyectan profesionales y ciudadanos comprometidos con el bien común, con la justicia, con la solidaridad y con el testimonio cristiano en la sociedad.
Por todo esto, Señor, gracias:
Gracias por cada estudiante que ha formado parte de esta comunidad.
Gracias por sus esfuerzos, sus logros, sus búsquedas y sus sueños.
Gracias por los momentos compartidos, por el compañerismo y por el aprendizaje mutuo.
Gracias por los formadores, el personal de la Residencia y todas las personas que, con dedicación generosa, acompañan este camino.
Que al terminar este año podamos decir, con verdad y con humildad, que hemos visto tu mano en todo, que tu gracia nos ha sostenido y que tu llamada nos invita a seguir creciendo.
Y que María, Madre de Jesús y madre nuestra, nos enseñe a guardar en el corazón todo lo vivido, con una mirada de fe sencilla, profunda y agradecida.
Que el Señor nos conceda seguir caminando juntos, viendo con los ojos de la fe y construyendo, desde esta comunidad, un mundo más humano y más cristiano. Amén.