martes, 14 de mayo de 2019

Fraude a la fe del Pueblo de Dios. Paradigma progresista que afecta la moral y las costumbres

1.- Estafa teológica en el post-concilio denunciado por el Magisterio
Durante todo el siglo XX y en lo que va del XXI el Magisterio de los Papas ha manifestado una constante preocupación por el olvido de la enseñanza moral de la Iglesia. En tal sentido el Papa Benedicto XVI ha descripto con toda claridad aquellos principios que animan la corriente de la teología moral incompatible con la recta enseñanza de la doctrina católica, y que desde diversos círculos intelectuales progresistas han querido imponerse luego del Concilio Vaticano II:
“prevaleció principalmente la hipótesis de que la moralidad debía ser exclusivamente determinada por los propósitos de la acción humana. Si bien la antigua frase “el fin justifica los medios” no fue confirmada en esta forma cruda, su modo de pensar si se había convertido en definitivo.
En consecuencia, ya no podía haber nada que constituya un bien absoluto, ni nada que fuera fundamentalmente malo; (podía haber) solo juicios de valor relativos. Ya no había bien (absoluto), sino solo lo relativamente mejor o contingente en el momento y en circunstancias.” (1)
2.- Caracterización del nuevo paradigma moral
A ese modo de pensar contrario a la fe que denuncia Benedicto XVI lo llamaremos “Paradigma moral progresista”. La caracterización de dicho paradigma incluye dos elementos fundantes, a saber: a.- un rechazo a la tradición como apuesta a la autonomía humana absoluta; y, b.- la asunción del principio de inmanencia como criterio hermenéutico. 
2. a.- Rechazo de la Tradición
El rechazo a la Tradición tiene como término opuesto de su trayectoria aquello que es considerado “políticamente correcto” para la cultura y el común modo de vivir. El Paradigma progresista tiene como principio que en la tradición no hay verdad alguna que deba ser respetada como revelada. De algún modo aquí se encuentra la puerta para reemplazar la tradición moral por una creciente emancipación del sujeto hasta alcanzar la autonomía absoluta respecto de dicha enseñanza.
Dicho de otro modo, quienes alimentan este modo de pensar y vivir buscan liberarse de toda atadura a la predicación dos veces milenaria del Evangelio en su contenido moral. Y sobre este principio rector metodológico aceden al desarrollo de la nueva perspectiva moral. 
Nos referimos tanto a aquello que hace a la enseñanza moral arraigada a través de las formulaciones magisteriales como a aquellas sanas costumbres que la tradición ha incorporado y enseñado como modo de encarnar la enseñanza moral.
En esa misma senda se obtiene como resultado el concepto de autonomía absoluta que no es otra cosa que el darse las normas a sí mismo creativamente.
2. b.- Inmanentismo
Para que esta revolución copernicana en el ámbito de la moral iniciada en la ruptura con la Tradición tuviera su sustento en un sistema argumental seudo-científico se ha generado una relectura de la Sagrada Escritura teniendo como clave hermenéutica el principio de inmanencia (2). 
Dice Benedicto que ese principio aplicado a los actos humanos reemplaza el objeto del acto como algo dado y lo sustituye por un objeto construido a partir de juicios de valor relativos. Que -agregamos nosotros- en este caso son decorados con lenguaje bíblico pasado por el tamiz de la hermenéutica racionalista.
Sobre este punto el Papa San Juan Pablo II había dicho: “partiendo de determinadas concepciones antropológicas y éticas, se pone en tela de juicio, de modo global y sistemático, el patrimonio moral. En la base se encuentra el influjo, más o menos velado, de corrientes de pensamiento que terminan por erradicar la libertad humana de su relación esencial y constitutiva con la verdad” (Encíclica Veritatis splendor n° 4)
De ese modo se hace prevalece una autonomía en las acciones del hombre entendida como soberanía de la voluntad y negación del vínculo natural de ésta con la necesidad de perfección del ser del sujeto que hace de norte y límite.
El sentido perfectivo del sujeto humano que da razón de ser a la autonomía es desechado por ser incompatible con la soberanía de la voluntad, condicionante en un sentido negativo. En este camino se niega cualquier orientación que surja de la naturaleza y ayude al hombre a configurarse como un sujeto libre tanto en su dimensión individual como comunitaria. 
Para sostener este planteo que rompe con todo vínculo antropológico en el orden moral es necesario establecer un sistema argumentativo completo y cerrado que se justifique a sí mismo para lo cual es necesario darle inmunidad al principio de inmanencia ya que resulta la condición de posibilidad, garantía y subsistencia del sistema moral que se quiere imponer desplazando el patrimonio moral católico.
3.- Continuidad y discontinuidad en la enseñanza moral
Vemos que el patrimonio moral está puesto en peligro por un falso camino científico que introduce en la reflexión de la teología moral los errores antropológicos y éticos del inmanentismo. 
Como tal no se puede objetivar este modo de pensar como un único sistema homogéneo y articulado de principios científicos o seudo-científicos, sino identificar que todos ellos se mueven en un marco cultural y filosófico que supone el principio de inmanencia como método hermenéutico. (3)
Esta es una proposición que en el siglo XIV sostenía Juan Duns Scoto (1266-1308) y en la modernidad Immanuel Kant 81724-1804) y el neokantismo. En esta base filosófica se sustenta el subjetivismo moral en todas sus vertientes.
También en el inicio de lo que se ha dado en llamar pensamiento de la post-modernidad, Herbert Marcuse (1898 – 1979) en defensa y protección de un falso principio de autonomía reclamaba libertad del trabajo, porque el trabajo esclavizaba la actividad humana; libertad de la familia, porque la familia esclavizaba la afectividad del hombre, y la libertad de la ética, porque ésta encasillaba la libertad humana dentro de fines que limitan la elección y es este contexto hablaba de un amor libre y polimorfo.
Quien asume este camino de discontinuidad con la enseñanza moral católica seguramente será consciente de las consecuencias que se siguen y que pueden resumirse en: una libertad sin fundamento racional (4) ni responsabilidad explícitos (5), la simple autonomía del individuo que lleva inevitablemente a la destrucción de la misma libertad, y en el ámbito social a la prevalencia de la ley del más fuerte.
4.- Consideración final
El paradigma en cuestión, considerado como modelo cognitivo desde el cual se contextualiza y teoriza la ciencia moral, es un cierto nihilismo, es decir: los actos humanos libres no se fundan en nada, pues se afirma el supuesto de la nada antes del acto libre (de la libertad), ni tampoco se postula nada concreto después de ella.
Por el contrario, una lectura en continuidad con la enseñanza de la moral católica sostiene que la libertad tiene un contenido y afecta al sujeto en sus dos dimensiones individual y social. Desconocerlo en la praxis es desconocer las exigencias de la naturaleza humana y su posibilidad de realización, así como también es desconocer el orden creado, su Creador y el orden sobrenatural y al Redentor.
Debemos señalar, además, un peligro siempre latente en una lectura de discontinuidad basada en el inmanentismo: una libertad sin responsabilidad. Es esta consecuencia la que muestra el Papa Benedicto como la causa que lleva a los actos inmorales que hoy empañan de un modo humillante la vida de la Iglesia y especialmente del clero, y que son consecuencia de este nuevo modo de argumentar y de vivir fundada en una autonomía radical que se ha impuesto de un modo fraudulento en la comunidad católica del post-concilio.
Pro. Oscar Angel Naef

Notas:
(1) Papa Benedicto XVI. La Iglesia y los abusos sexuales
(2) Caturelli, Alberto. La Pascendi, Una Encíclica Profética. “… Lo común y permanente es el llamado (o mal llamado) “principio de inmanencia” que reconoce varias vertientes: si sólo existe el singular (nominalismo) y la experiencia sensible aprehende no el ser sino el fenómeno, todo es inmanente a la experiencia: sólo existen “hechos atómicos” (de Occam a Hume y de Hume a Russell y Wittgenstein) y nada trasciende a la inmanencia sensible. Se abren caminos que conducen a ninguna parte: la razón des-ligada del ser se ve obligada a “probar” que existe lo otro del pensar y se autopone como criterio de verdad; “pone” la forma del conocer (kantismo) y concluye por “poner” la totalidad del ser idéntico al pensar (hegelismo); la inmanencia de la razón conlleva la inmanencia de la materia y del positivismo absoluto, pues el mundo de la materia no es más que pensamiento pensado; la inversa es válida: todo es materia en movimiento (materialismo y positivismo) sin espacio para la trascendencia; la conversión del pensar o de la materia evolutiva en la totalidad de la vida (de Nietzsche al historicismo) o en la voluntad irracional, condujo también a la inmanencia del sentimiento (Schopenhauer, Scheliermacher). Las disidencias, divergencias y oposiciones distinguen los inmanentismos pero reconocen una médula común: la “explicación” del misterio por la razón, la voluntad o el sentimiento y, por tanto su aniquilamiento como misterio; el fenomenismo que no admite otro conocimiento válido que el de la ciencia de las causas segundas; el evolucionismo como dinamismo radical de todo lo real y, por tanto, el historicismo inmanente a sí mismo”.
(3) Lortz, Joseph. Historia de la Iglesia - p. 606, trad. de A. P. Sánchez Pascual, Ed. Guadarrama, Madrid, 1962 (el modernismo no es tanto un sistema de doctrina herética cuanto un modo herético de pensar)
(4) Tomás de Aquino, Summa Theologiae, I-II,q. 6, a. 1. «para la razón de voluntario se requiere que el principio del acto sea interior con algún conocimiento del Fin»
(5) Tomás de Aquino, Summa Theologiae, I. q. 79, a. 12. «he aquí el supremo grado de dignidad de los hombres: que por sí mismos, y no por otros, se dirijan hacia el bien»

Bibliografía:
  • Benedicto XVI. La Iglesia y los abusos sexuales
  • Caturelli, Alberto. La Pascendi, Una Encíclica Profética
  • Gordillo, L., La trayectoria voluntarista de la libertad: Escoto, Descartes y Mill
  • Lortz, Joseph. Historia de la Iglesia
  • Pinckaers, Servais. Las fuentes de la moral cristiana
  • Rhonheimer, Martín. Autonomía y teonomía moral según la Encíclica "Veritatis splendor"
  • Tomás de Aquino, Summa Theologiae