martes, 9 de abril de 2019

Ante la demanda ciudadana de Ética en la vida política, proponer sólo un sistema de control legalista y restrictivo parece una burla

Referirse a una ética en el ámbito de la política equivale a hablar de dos cosas: el mundo de los valores implicados en la vocación de servicio del político con los principios normativos que sistematizan el ámbito de las obligaciones; pero también es registrar a la vocación política en la perspectiva de vínculo con la sociedad, sus requerimientos, espacio propio y modalidad cultural para su ejercicio.
De alguna manera, la idea de vocación política  incluye en sí misma un requerimiento de compromiso ético específico con las dos dimensión mencionadas  para quien está destinado a esa noble misión.
Se comprenderá, entonces, que el contenido ético no puede disociarse de la formación científico-técnica al momento de considerar la idoneidad del candidato para el ejercicio de un cargo público. 
Y este aspecto ético de ningún modo puede confundirse con un código legal reductivo que sólo plantee requisitos  normativos formales. Los planteos legitimistas desde lo legal son planteos anti-republicanos que vacían la esencia de la vida ciudadana y terminan por deslegitimar las Instituciones.
La pregunta ética iría en la línea de una preocupación explicita por las condiciones del ser y el hacer del servidor público en el ejercicio de su vocación política.
De alguna manera esto implica asumir el desafío de reformular en términos de ética vocacional ciudadana el viejo problema, mal encarado en la opción legalista, de los valores y las normas que se espera que se respete en quienes institucionalmente son responsable de promover la prosperidad y la paz de la Patria.
Las condiciones que se siguen de esa perspectiva de  asumir la problemática para el surgimiento de una cultura ética en el mundo de la política, tendrían que ir en un camino abierto y perfectivo, capaz de rescatar lo mejor de cada uno de quienes se sienten llamados a esa vocación. 
De ninguna manera el planteo ético en la vocación política puede ser restrictivo, cerrado y rigorista, que favorezca que detrás de un sistema normativo se encuentren los recursos para plantear segundos objetivos o finalidades propios del egoísmo, la codicia y otros males.
En este camino de análisis se puede ver claramente que el legalismo de proyectos como “Ficha Limpia” se encuentra viciado por este elemento formal que actúa al modo de cerco donde se puede seguir escondiendo cualquier corrupto. Esto es cualquiera que no asuma la política como una vocación de servicio y entrega para el bien de la tierra y la comunidad que lo acobija, y a la cual llamamos con devoción: Patria!
Es de esperar que en este momento de tanta dificultad de la vida política en la Argentina el primer principio de la lucha sea contra los proyectos que nos llevan a un nuevo fracaso. Se podría decir que es un imperativo para quienes tienen la responsabilidad de la gobernanza en cualquiera de los poderes de la República! Ya no se soporta un fracaso más!
En estas circunstancias de erosión, debilitamiento o incluso la desaparición de la confianza del ciudadano en la clase dirigente, una ley de “Ficha Limpia” puede ser un medio para reintroducir criterios distorsivos en el saneamiento de la vida política que se intenta con gran esfuerzo desde varios sectores y estamentos.
En definitiva: es la hora de una demanda de mayor profesionalización de la política, lo cual también contribuye a actualizar la cuestión de la moral profesional en la vocación política, en su realización y en su ejercicio. 
En otras palabras, la ética en la vocación política es el sello distintivo de una una clase dirigente que no solo satisface los intereses personales y privados sino que asume con generosidad la dimensión de servicio a la comunidad que lo ha elegido poniendo su confianza en la capacidad técnica, científica y moral que el candidato ha manifestado para la gestión de la cosa pública.
Pbro. Oscar Angel Naef