jueves, 3 de diciembre de 2020

HOMILIA 30 DE NOVIEMBRE 2020

El evangelio (Mateo 4, 18-22) destaca que Jesús iba de camino y allí convocó a sus discípulos con la palabra “sígueme”. Entre ellos se encuentra Andrés de quien hoy celebramos su fiesta. Para comprender al Apóstol tenemos que comprender esos elementos mencionados en toda su profundidad.

El primer elemento en consideración es que Jesús iba de camino y suma a ese camino a quienes llama. Los hace parte de su misión, esa que El recibió de su Padre. Con lo cual esos elegidos son introducidos místicamente en la relación que El tiene con el Padre celestial. 

Decíamos que el texto destaca un segundo elemento, les dice “sígueme”. Esto significa que apela a una respuesta que surja de la libertad. Decía San Agustín: “Dios, que te creó sin ti, no te salvará sin ti”. 

Uniendo estos dos elementos vemos que el llamado a cada uno de los discípulos tiene un sentido teologal. Los llama para hacerlos partícipes del intercambio de amor entre el Padre y el Hijo, intercambio que desde el momento de la encarnación tiene en Jesús un sentido redentor, vino a salvar a los hombres, vino para que los hombres se salven por El. 

En medio del Adviento esta celebración tiene un especial mensaje para cada uno de nosotros: Jesús que está entre nosotros y con nosotros aprovecha cada año este tiempo litúrgico para hacer resonar nuevamente el mensaje que ponga nuestras vidas en tensión hacia la segunda venida. 

El Hijo de Dios ha dado a conocer a través del lenguaje humano-divino de la encarnación lo que estaba oculto. En ese lenguaje la luz de la fe nos habla del amor salvador que el Señor nos tiene, moviliza nuestra mente y corazón con la esperanza de la vida eterna y nos lleva hacia Él con el amor de su entrega.

En esta tarde nos convoca a prepararnos para esa venida que es la Navidad, teniendo como modelo a la Virgen Inmaculada que hizo de su corazón el lugar privilegiado para recibir al autor de la vida, al autor de la salvación. Peregrinemos interiormente de su mano en la espera de fe con un amor siempre renovado capaz de contagiar a los demás con nuestra experiencia mariana del adviento. Amén

Pero. Oscar Angel Naef