Bloque 2. EL CONOCIMIENTO DE DIOS
2.1) El vocablo Dios
2.2) La existencia de Dios. Pruebas de la existencia de Dios
2.3) Elementos centrales de la Revelación Bíblica sobre Dios
2.4) La Trinidad de Dios.
EL CONOCIMIENTO DE LA EXISTENCIA DE DIOS
Dios Nuestro Señor es el Ser infinitamente perfecto, creador
del cielo y de la tierra.
La afirmación que la Iglesia mantiene en el catecismo, Dios
Nuestro Señor es el Ser infinitamente perfecto, creador del cielo y de la
tierra, nos servirá de punto de partida para reflexionar sobre el
conocimiento que tenemos de Dios, sobre el origen de ese conocimiento y la
certeza del mismo.
1- El vocablo Dios
El primer aspecto que tendremos en cuenta es que con el
vocablo “Dios” todos identificamos una misma realidad, lo cual no significa ni
afirmar ni negar la existencia de Dios. Pero algunos la afirman y otros la
niegan.
2- La existencia de Dios no es un conocimiento inmediato
para nosotros
Por este motivo nos preguntamos: ¿la existencia de Dios es
algo evidente por sí misma? Si en verdad lo fuera tendríamos que afirmar que
todos aquellos que niega la existencia de Dios actúan con malicia, pero no
tenemos ninguna certeza para afirmar tal cosa. Sí decimos que el conocimiento
de Dios no es algo evidente e inmediato para nosotros (si para
Dios y los Santos) ya que nuestra inteligencia tiene como
objeto propio la esencia de los seres materiales (1) (quidditas) y
solo secundariamente y por demostración los propiamente inmateriales (el alma
humana y Dios).
3- La existencia de Dios necesita demostración para
nosotros (2)
Aquello que es de conocimiento inmediato no necesita
demostración y puede ser conocido por todos fácilmente. Pero en cuanto a la
existencia de Dios no conocemos directamente sino que necesitamos alcanzarlo
por la vía de la demostración, partiendo de aquello que para nosotros es
conocido inmediatamente, como es el caso de sus obras (partir necesariamente de
datos experimentales, para llegar de ahí a un Ser real origen y explicación de
estas realidades).
4- La existencia de Dios y su demostración(3)
A- Principios generales en las pruebas metafísicas (4)
a) El hecho del condicionamiento universal. Todo lo que
vemos en nuestro alrededor y todo lo que la ciencia nos enseña cada día,
aparécenos como un encadenamiento de seres o de fenómenos que se suceden e
implican unos a otros y forman así series o anillos sólidamente articulados.
Eso es lo que podemos llamar el hecho del condicionamiento universal, por el
que todos los seres y todos los fenómenos del universo encuentran su condición,
es decir su causa o razón de ser en otro ser o en otro fenómeno.
b) La causa primera incondicionada. El principio que nos
dirige aquí es que, de condicionado a condicionante, llégase necesariamente a
un principio o a una causa absolutamente primera, absolutamente incondicionada,
y, por tanto, colocada fuera de la serie causal. De nada serviría, en efecto,
ir hasta lo infinito, ya que la serie causal, aún concebida como infinita,
estaría aún toda entera condicionada, es decir compuesta únicamente de
intermediarios, que transmitirían simplemente la causalidad. En el orden
causal, el primer término incondicionado es el que lo produce todo, no
sirviendo el resto más que para transmitir el movimiento o el ser. (Un canal,
por largo que sea, no es la explicación del agua que circula en él; sólo la
fuente nos explica el río. De la misma manera no se explica el movimiento de
las bolas del billar, multiplicando el número de bolas, sino únicamente
recurriendo a la mano que es causa primera del movimiento que las bolas se
transmiten unas a otras.
c) La causa universal absolutamente primera. Nuestra
investigación no puede llegar sino a una causa única y por tanto universal,
porque la causa absolutamente primera no puede ser sino única. Si, en efecto,
fuera múltiple, habría que suponer que las causas absolutamente primeras son
independientes entre sí (de lo contrario, no serían todas absolutamente
primeras). Pero esta suposición es incompatible con la unidad y el orden que
reina en el universo, e inconciliable con las exigencias de la razón, para la
que lo inteligible, el ser y el uno son convertibles. Si no, habría que admitir
que la ley absoluta de las cosas no coincide con la de nuestro pensamiento, que
si el absurdo es inconcebible, puede no obstante constituir el fondo de las
cosas. Mas en eso hay una imposibilidad radical, puesto que, según lo hemos
visto en la Crítica del conocimiento, los principios de la razón no son otra
cosa que las leyes mismas del ser.
Se ha de concluir, pues, que no existe sino una Causa
absolutamente primera, y que esta Causa, que, por definición (siendo
absolutamente primera) no depende de ninguna otra y domina a todas las series
causales, debe ser un Ser necesario, es decir tal que no pueda no ser, tal que
exista por su misma esencia y tenga en sí la razón total de su existencia.
B- Pruebas metafísicas de la existencia de Dios
Estos argumentos parten de los diferentes órdenes de
condicionamiento que nos es dado observar en el universo, y cada uno nos
conduce al mismo Principio absolutamente primero, que es Dios.
1. Prueba por el movimiento
Santo Tomás considera esta prueba como la más clara de
todas. Para comprenderla bien, hay que tener muy presentes en el espíritu la
noción de movimiento y el principio general sobre el cual se funda toda la
prueba.
1. Principio del argumento.
a) La noción de movimiento. El término de movimiento no
designa solamente el desplazamiento local, sino, en general todo paso de la
potencia al acto, es decir, de una manera de ser a otra. En efecto, como ya lo
hemos visto en Cosmología, lo esencial en el movimiento es propiamente el paso,
como paso, lo que hace del movimiento una realidad que participa a la vez del
acto y de la potencia. El movimiento es, pues, el signo y la forma de lo que en
general se llama el devenir.
b) La inteligibilidad del devenir. Toda la cuestión estará,
pues, en descubrir lo que hace inteligible (es decir lo que explica) el
devenir. Para eso debemos recurrir al principio, establecido en Ontología,
según el cual “todo lo que se mueve es movido por otro”, es decir que nada pasa
de la potencia al acto sino por la acción de una causa que ya está en acto; lo
cual significa, en pocas palabras, que nada puede ser causa de sí mismo.
2. El argumento. — En virtud del principio precedente, Santo
Tomás establece que el movimiento exige un primer motor (lo cual no es sino una
aplicación del principio general de la inteligibilidad del devenir). “En
efecto, escribe, es cosa evidente (y nuestros sentidos lo atestiguan) que en el
mundo algunas cosas están en movimiento. Mas todo lo que está en movimiento es
movido por otro. Es, en efecto, imposible que, bajo el mismo aspecto y de la
misma manera, un ser sea a la vez moviente y movido, es decir que se mueva a sí
mismo y pase por sí mismo de la potencia al acto. Por tanto, si una cosa está
en movimiento, se ha de decir que es movida por otra. Además, si la cosa que
mueve se mueve también, es necesario que también ella sea movida por otra, y
ésta por otra. Mas no es posible llegar así hasta el infinito, porque en tal
caso no habría primer motor, y se seguiría que tampoco habría otros motores,
porque los motores intermediarios no mueven si no son movidos por el primer
motor, como el palo no mueve si no es movido por la mano. Por tanto, es
necesario llegar a un motor primero que no sea movido por ningún otro. Y este
primer motor es Dios.” (5)
3. Corolarios. — De la noción de primer motor inmóvil, es
decir de un ser inmutable en la perfección que le pertenece por su misma
esencia, puédense deducir inmediatamente los siguientes corolarios:
a) El primer motor inmóvil es infinitamente perfecto. En
efecto, todo cambio implica imperfección, ya que cambiar es adquirir ser que no
se poseía. Si pues, el primer motor es absolutamente inmutable, es porque posee
toda la perfección, es decir la plenitud del ser. En otros términos es Acto
puro.
b) El primer motor inmóvil es un ser espiritual, porque la
materia es corruptible y por tanto esencialmente imperfecta. Siendo espiritual,
el primer motor debe también ser inteligente y libre, porque la inteligencia y
la libertad son propiedades esenciales de los seres espirituales.
c) El primer motor inmóvil es eterno, por ser absolutamente
inmutable.
d) El primer motor inmóvil está presente en todas partes,
pues siendo principio del movimiento universal, está presente por su poder a todo
lo que mueve, es decir al universo entera.
2. Prueba por la causalidad
Existe una Causa absolutamente primera. En la prueba por el
movimiento, nos colocábamos en el punto de vista del devenir fenomenal. Aquí
contemplamos la causalidad propiamente dicha. Todo lo que es producido, hemos
dicho, es producido por otra cosa (de lo contrario, lo que es producido sería
causa de sí, es decir, seria anterior a sí, lo cual es absurdo). Concluíamos de
ahí, por exclusión de la regresión al infinito, que hay una Causa absolutamente
primera, fuente de toda causalidad.
Esta Causa primera es trascendente a todas las series
causa!es. En otros términos, no puede ser un elemento de la serie de causas. En
efecto, si no fuera sino el primer elemento de la serie causal, habría que
explicar cómo este primer elemento habría comenzado a ser causa, es decir que,
en virtud del principio de que nada se produce a sí mismo, habría que recurrir
a una causa anterior a la que se quisiera considerar como primera, lo cual es
contradictorio. Por tanto, necesariamente es preciso que la Causa primera
trascienda (es decir sobrepase absolutamente y domine) a todas las series
causales, que sea causa por sí, incausada e increada. (6)
3. Prueba por la existencia de seres contingentes
Esta nueva prueba parte del hecho de que el mundo físico se
compone de seres contingentes, es decir de seres que son, pero podrían no ser,
porque estos seres, o bien los hemos visto nosotros nacer, o bien la ciencia
nos prueba que han sido formados, o bien su composición exige, para quedar
explicada una causa de la unidad de tales seres.
Ahora bien, los seres contingentes no tienen en sí la razón
de su existencia. En efecto, un ser que tuviera en sí, es decir en su misma
naturaleza, la razón de su existencia, existiría siempre y necesariamente. Los
seres contingentes deben, pues, tener en otro la razón de su existencia; y este
otro, si también es contingente, la tiene asimismo en otro. Mas no es posible
ir así hasta el infinito: de ser en ser, hay que llegar, al fin de cuentas, a
un ser que tenga en sí mismo la razón de su existencia, es decir a un ser
necesario que exista de por sí, y por el cual todos los otros existan.
Este ser necesario, que existe por su propia naturaleza y no
puede dejar de existir, es Dios. (7)
4. Prueba por los grados de perfección de los seres
Partamos del aspecto de belleza que e tantos modos
manifiestan lar cosas. Y decimos: si la belleza se encuentra en diversos seres
según grados diversos, preciso es que sea en ellos producida por una causa
Única. Es imposible, en efecto, que esta cualidad común a seres múltiples y
diversos pertenezca a estos seres en razón de su propia naturaleza pues no se
comprendería por qué la belleza se encuentra en ellos o menos limitada. Serían
esta belleza por su misma esencia, es decir que necesariamente la poseerían
completo y perfecta, sin límites ni restricción. El hecho de que haya
diferentes grados de belleza implica, pues, que los diversos seres en que se
descubren estos grados participan simplemente de una Belleza que existe fuera y
sobre esta jerarquía de bellezas, y que es la Belleza absoluta e infinita.
Este argumento se puede aplicar válidamente a todas las
Perfecciones o cualidades que pueden ser llevadas al absoluto: ser, unidad,
bondad, verdad, belleza, inteligencia y sabiduría. El primer Principio debe
ser, pues, necesariamente Ser perfecto, Unidad absoluta, Verdad, Bondad,
Inteligencia y Sabiduría infinitas (8).
5. Prueba por el orden del mundo
Principio del argumento.
La prueba por el orden del mundo (o argumento de las causas
finales) se apoya en el principio de finalidad, y adopta la forma siguiente: La
compleja organización en vista de un fin requiere una inteligencia
organizadora. En efecto, sólo la inteligencia puede dar razón del orden, es decir
de la organización de los medios en vista de un fin o de los elementos en vista
del todo que componen: los cuerpos ignoran los fines y, por tanto, si ciertos
cuerpos o elementos corporales funcionan juntos, síguese que su organización ha
sido la obra de una inteligencia.
Forma del argumento.
El argumento parte del hecho del orden universal. Este orden
es evidente: considerado en su conjunto, contemplamos el universo como una cosa
admirablemente ordenada, en la que todos los seres, por diferentes que sean,
conspiran a un fin común, que es el bien general del universo. Por otra parte,
cada uno de los seres que componen el universo manifiesta una finalidad
interna, es decir una exacta apropiación de todas sus partes en vista del bien
de este mismo ser.
Pues bien, este orden no es inteligible sino por la
existencia de un principio inteligente que ordena todas las cosas para su fin y
para el fin del todo que forman. Que es lo que se deduce del principio
demostrado más arriba. Hay que admitir, pues, que existe una Causa ordenadora
del universo (9).
ELEMENTOS CENTRALES DE LA REVELACIÓN BÍBLICA SOBRE DIOS
1- Antiguo Testamento; la presencia salvífica del
Dios de Israel
La Biblia nos habla de un Dios “que salva”. La idea de
salvación tiene, a lo largo del AT, un desarrollo continuo de que sólo Dios
puede salvar al hombre. Dios ofrece la salvación, no la impone. La historia de
Israel es una historia de salvación cuyo autor es Dios.
Desde un punto de vista filológico el término salvación
procede de la raíz hebra “yeshá” que significa “ser extenso”, “largo”; lo que
indica es ayuda contra el opresor, ayuda bélica, pura ayuda material o solución
a situaciones difíciles.
Detrás de la salvación está Yahweh (sacó al pueblo de
Egipto, etc); sólo en El se puede confiar. En los salmos se desarrolla que Dios
es el Dios victorioso de Israel. También salvación significa la “ayuda del
tiempo final”. Fuera de El no hay salvación (ls 43,11), Israel siempre tiene
presente una liberación, una salvación escatológica, salvación mesiánica. El
verdadero elemento de la esperanza de Israel no es tanto histórico sino
escatológico con una felicidad futura cercana a la noción de vida eterna.
En el libro de los Jueces, Dios se sirve de hombres como
mediadores de la salvación; son guías suscitados por Yahweh. Se introduce la
figura de mediadores de la salvación.
Con Isaías se introduce la dimensión universal del mensaje
de salvación. Destruidos los dos Reinos (Norte y Sur), quedan rotas las
seguridades humanas; Israel no se puede salvar por si mismo. Del destierro
surge la nueva promesa y comprensión de la salvación que sólo viene de Dios. Es
una especie de nuevo éxodo: un nuevo Israel, purificado y fiel a Dios.
El siervo de Yahweh es la nueva figura mesiánica que “salva
a todos los pueblos” (ls 49,6); será luz para todos los pueblos. Esa salvación
será por medio del dolor (is 53,13).
Hay una especie de tensión entre cumplimiento y salvación;
aunque ya se está experimentando, la salvación todavía no es plena. También hay
una estrecha relación entre salvación colectiva y salvación individual.
2- El nombre de Dios
Como consecuencia de la incomprehensibilidad de Dios se
sigue la inefabilidad por la que ningún nombre pude ser adecuado para expresar,
de modo conveniente, la Esencia divina. Es por esto, por lo que la Biblia
designa a Dios con muchos nombres diversos, inadecuados en sí mismos, pero cada
uno hace referencia a un aspecto o perfección de la esencia divina,
manifestando en su conjunto una riqueza inagotable.
Los principales son, en hebreo:
- El: “Dominus” y “Fortis”, nombre común e indeterminado;
frecuentemente unido a “Shaddai” (“Omnipotens”).
- Elohim: plural mayestático del anterior; después de Yahweh
es el nombre mas usado en el
AT.
- Adonai: “Domínus meus” o sólo “Dominus”, que se atribuye
al solo Dios y expresa el reconocimiento de su supremo dominio.
- Yahweh: el más usado -más de 6000 veces-, que quiere decir
“Qui est”, y es el nombre más propio de Dios. Dios mismo lo revela en la
primera aparición a Moisés (Ex 3,14). Es el nombre mas adecuado a Dios, o mejor
dicho, el menos inadecuado, como la Tradición de la Iglesia siempre lo ha
entendido, porque con él se expresa que Dios es el “lpsum Esse Subsistens”, y
en esto consiste la esencia metafísica de Dios (aquella noción de Dios, propia
y fundamental), fuente y fundamento de todas las otras perfecciones divinas: el
modo propio y exclusivo de ser de Dios es que El sea su Ser Subsistente, o sea,
que en El se identifiquen el Ser y la Esencia.
3- Las manifestaciones del amor paterno de Dios,
núcleo central de la revelación neotestamentaria del misterio de Dios
El Nuevo Testamento más que un discurso nuevo de Dios, lo
que tiene es un sentido nuevo de Dios y de la comunión con El. Al mismo tiempo
que se sitúa con el Antiguo Testamento, también marca la distancia al dar el
gran matiz o la gran luz de Dios “Padre”.
La enseñanza de Cristo no es tanto una teórica sino que
mueve a una relación con Dios. El núcleo central de la revelación
neotestamentaria es que Jesús es el Hijo Unigénito de Dios y al mismo tiempo
que Dios es el Padre. Si en Dios hay uno que es Hijo Unigénito, también hay uno
que es Padre hay un Hijo de Dios en sentido estricto y un Padre en sentido
estricto.
Es común que la designación de Dios como Padre sea tenida
entre los exegetas como algo propio de Jesús (“verba Christi”). Es muy
frecuente encontrar la palabra “padre” en boca de Jesús. El usa la expresión
“Abba” y esto es tenido por la exégesis, como el tratamiento personal de Jesús
con e! Padre. Esta palabra expresa la profunda intimidad con el Padre, al mismo
tiempo está dicha en el contexto del Reino; ese Dios que es “Abba” es también
el Creador todopoderoso, Juez, etc.
Se podría decir que la enseñanza de Cristo acerca del Padre
tiene dos puntos importantes:
a) Cristo identifica la llegada del Reino, con El mismo; lo
nuevo aquí es que ese Reino es anunciado bajo la perspectiva del perdón, bajo
la perspectiva del Padre que ama a sus hijos.
b) Su modo de actuar es expresión de cómo es Dios (por
ejemplo, parábola del hijo pródigo). Dios es misericordioso y las acciones de
Cristo ponen de manifiesto su amor infinito desde la perspectiva de la
paternidad.
En Mt 6,9 Cristo nos enseña el Padrenuestro; enseñar quién
es el Padre es como la totalidad de su mensaje. En el NT la palabra Padre es
casi sinónimo de Dios. El misterio trinitario es el misterio del Padre y de su
amor.
En San Juan el Hijo es el revelador del Padre (Jn 1,18). Y
en San Pablo Dios es Padre de Cristo y en Jesucristo Padre de nosotros; la
posibilidad de invocar a Dios como Padre nos ha sido dada por el Hijo en el
Espíritu Santo (Rom 8,1417).
4- La revelación del Padre en Jesucristo:
Jesucristo, Hijo de Dios, Verbo Eterno, hecho hombre
Cristo en su predicación habla fundamentalmente del Reino de
Dios que llega. Ese Reino está indisolublemente unido a su propia persona; hay
una relación entre su persona, su mensaje y el hecho escatológico. Todo esto es
un modo de mostrar implícitamente quién es El. Esto nos lleva a señalar cómo en
el NT hay muchos pasajes que revelan la divinidad de Jesús:
A. Pasajes que utilizan la expresión “pero Yo os digo...”
contraponiendo la palabra del AT a la suya y trascendiendo la Ley.
B. Pasajes que muestran el comportamiento de Cristo. Su
actitud con los pecadores al admitirlos en su mesa es como admitirlos al
banquete escatológico y es un signo del trato de amor misericordioso de Dios.
C. Pasajes en los que invita a su seguimiento; estos señalan
que sólo hay un único Maestro y que el vínculo con este va mas allá del
docente, es una comunidad de vida, es un seguimiento radical inaudito, solo a
Dios se le puede seguir así.
D. Pasajes en los usa la palabra “Abba”. Jesús siempre habla
de”rni Padre y de vuestro Padre” expresando que su unidad y relación con el
Padre no es compartida de igual manera con nadie. Se manifiesta una unidad
vital en el ser, una unidad operativa, una relación cuya culminación la
encontramos en San Juan: “Yo y el Padre somos una misma cosa”
En San Pablo aparece la preexistencia de Cristo corno el
Hijo. Este que ha muerto y resucitado ya preexistía y ha vuelto al Padre. La
Cruz y la Resurrección son salviticas porque Cristo es quien es, el Hijo del
Padre.
Por su parte, para San Juan “el Verbo estaba en Dios y el
Verbo era Dios’. Lo que dice es algo muy nuevo, es que el Logos ha entrado en
la historia y él lo ha visto; no es una forma mítica sino un hecho histórico.
El Logos es personal, no es una idea. La Palabra, la mente de Dios, existía
delante de Dios; orientado ontológicamente frente a Dios tiene subsistencia
personal, carácter divino.
5- El Espíritu Santo en lo textos del Nuevo
Testamento
La actuación salvífica del Espíritu de Dios, progresivamente
revelada en el AT, alcanza su punto culminante en su relación con la promesa
mesiánica. Lo que ha sido en los tiempos pasados de Israel fuerza poderosa de
Israel, será también poder estable de Mesías, inspiración de su gobierno y
hasta patrimonio del pueblo de los tiempos esperados. La plenitud mesiánica del
NT es, por lo mismo, plenitud de la presencia del Espíritu, y los textos
inspirados subrayan esta novísima realidad con un lenguaje característico, cuyo
principal vocablo va a ser el verbo “didwmi” y sus derivados. Lo fundamental
del NT, en referencia al Espíritu divino, es su “dosis”, la donación prometida
y realizada, en la que se establece el tiempo nuevo y definitivo de la relación
de Dios con los hombres.
La actuación salvífica del Espíritu propia del AT, es
realzada en el NT por su “donación”. Esto es lo más característico de la
revelación pneumatológica del NT, junto a las cuestiones referidas al origen.
El don del Espíritu Santo es revelado como la señal propia del tiempo de la
plenitud cristiana, como marca singular del cristiano: lo específico suyo.
En el NT el término “Espíritu”, solo o acompañado del
adjetivo “Santo”, tiene un significado especial hipostático. Ya sea por la
naturaleza de su acción, ya por las relaciones que guarda con el Padre y con el
Hijo; ya sea porque aparece “connumerado” con ellos y porque se les contrapone
en relaciones personales de origen, debe ser entendido “tan personalmente” como
entendemos al Padre y al Hijo.
Veamos algunos pasajes:
A. Sinópticos: a) Anunciación (Lc 1,26-36), b) Bautismo de
Cristo (Mt 3,16), c)La fórmula trinitaria del Bautismo (Mt 28,19). Aquí hay que
decir que el hebraísmo “en el nombre”, indica exactamente a la persona.
B. Cartas paulinas: a)”somos templo de Espíritu Santo” del
mismo modo que los somos de Dios Padre (ICor 3, 16-17), b) Realiza funciones
divinas, conoce los secretos del Padre (2Cor 6, l c) Nos santifica (Rom 8 9) y
nos comunica la adopción filial (Rom 8 14-15)
C. San Juan: Habla del “nacer del Espíritu” (Jn 3,5-6). La
interpretación que hace del “río de agua viva” entendiéndolo del Espíritu Santo
coloca a esta Persona en el centro de la santificación cristiana. Para San Juan
se trata de una verdadera persona, a la que puede llamar hasta otro “Paráclito”
(Jn 14,15-17). De este Paráclito se afirma: a) la misión del Padre (in 14,15-
17), b) la misión del Hijo (Jn 5,2O), y c) la inhabitación (Jn 14,17).
LA SANTISIMA TRINIDAD
Absolutamente hablando, la razón es capaz de demostrar que
hay un Dios y ver quién es Dios. Reconoce la necesidad de una causa primera, y
deduce que ésta es infinita. Pero no pasa de ahí, más allá de estos límites,
todo es misterio.
Jesucristo nos enseñó a adorar UN SOLO DIOS EN TRES
PERSONAS, en lo cual consiste el misterio de la Santísima Trinidad.
La enseñanza de Jesús, confirmó el dogma fundamental de la
ley antigua: el monoteísmo, pronunciando las mismas palabras que Dios dijera a
Moisés: “Oye Israel, el Señor tu Dios es uno solo”» (Mar. XII, 29). Pero luego
hablaba del Padre como Dios: “Mi Padre, hoy como siempre está obrando y Yo lo
mismo” (Jn V, 17). Se llamaba a si mismo Hijo de Dios, atribuyéndose una
procedencia divina y permitiendo que se lo adorara; y finalmente, prometió al
Espíritu Santo como consolador, Espíritu que procede del Padre y que
permanecerá siempre entre los hombres.
Inició su vida pública con el milagro de su bautismo, en que
aparecieron las tres Personas Divinas; en la Transfiguración hubo una
manifestación semejante; y finalmente antes de subir a los cielos, dijo a los
Apóstoles: “Id y enseñad a las gentes todas, bautizándolas en el nombre del
Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo”.
Entre los primeros cristianos, era familiar la profesión de
fe en la SSma. Trinidad con la fórmula del. Bautismo, o sea la Doxología:
“Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo”- y con la
señal de la Cruz. La Santísima Trinidad es el dogma fundamental del
Cristianismo.
Importa mucho tener una idea exacta de este dogma.
¿Qué significa un Dios en tres personas? — “Un Dios en tres
personas” no significa que una naturaleza sea tres naturalezas, o una persona
tres personas, lo cual sería absurdo, sino que la esencia, esto es, la
naturaleza divina subsiste en tres personas realmente distintas: Padre, Hijo y
Espíritu Santo. Las palabras “naturaleza” y “persona”; cuando se aplican a
Dios, no se toman en el sentido que tienen en el lenguaje corriente, sino en el
que se atribuye en el lenguaje filosófico. La naturaleza es la esencia de una
cosa, el principio del cual se sirve el que obra para obrar: ej., en el hombre,
el alma y el cuerpo. La persona, en cambio, es el principio operativo, el
centro de atribución: ej., en nosotros es el yo, que obra y a quien se atribuyen
todas las operaciones así del alma como del cuerpo; y solamente - se dice de
los seres racionales. —Es evidente que en cada hombre hay un solo principio
operativo, un solo yo, una sola persona. Por el contrario, en Dios —como Jesús
nos reveló— hay tres Personas: El Padre, que engendra al Hijo; el Hijo, que es
engendrado por el Padre; y el Espíritu Santo, que procede del Padre y del Hijo.
Y sin embargo, estas tres Personas no son tres dioses, porque no son tres
naturalezas distintas. Aquí está el misterio.
La inteligencia humana no es capaz de descifrar el misterio
de la Santísima Trinidad.
Los teólogos, sin pretender explicarlo han ilustrado este
dogma diciendo: Dios es un espíritu. Dos son las operaciones del espíritu:
conocer y querer. ¿Qué es lo que Dios conoce? Su propio ser. Ve en sí todas las
cosas, sin necesidad de salir de sí mismo: más aún: no puede, porque todas las
cosas existen por Él, están en Él, y son participaciones suyas.
Dios se ve a sí mismo: a la manera que la mente engendra
pensamiento, así Dios, conociéndose a Sí mismo, engendra la idea eterna;
diciéndose a Sí mismo, engendra el Verbo (la palabra). Mas esta idea que Dios
engendra, esta palabra eterna que Dios dice, es por sí subsistente, es un yo
divino, y se denomina Hijo, porque es engendrado, y Verbo, porque es la palabra
de Dios.
El Padre, conociéndose en el Hijo, lo ama. El que ha
realizado una obra insigne la ama; y ésta, si tuviese inteligencia, amaría a su
autor. De manera semejante, el Padre ama al Hijo, y el Hijo al Padre, y este
amor substancial es Dios. Y así, del Padre, y del Hijo procede el Espíritu
Santo, el cual es aspirado por vía de voluntad y de amor, del mismo modo que el
Hijo es engendrado por vía de entendimiento.
Autor: Pbro. Oscar Angel Naef
Autor: Pbro. Oscar Angel Naef
2 Algunos han sostenido y
sostienen:
1. La existencia de Dios es absolutamente
desconocida para nosotros y no puede conocerse
- Dios no existe = ateismo
- La existencia de Dios no puede ser conocida por la razón
humana = agnosticismo
2. La existencia de Dios es conocida:
- Por la tradición = tradicionalismo
- Por demostración = doctrina de la Iglesia
4 Objeción kantiana. — Kant
presentó contra el valor de las pruebas de la existencia de Dios una objeción
general que vamos a examinar en este lugar. Todas estas pruebas, dice, se
apoyan en el principio de causalidad, ya que quieren demostrar que Dios es
causa del universo. Mas el principio de causalidad no tiene valor sino en el
orden de la experiencia sensible. Luego las pruebas de la existencia de Dios
son ineficaces.
A esta objeción respondemos: primero, que el principio de
causalidad, tal como lo empleamos aquí, no nos sirve sino para probar que el
universo exige una causa, y esto en virtud de lo que vemos experimentalmente en
el universo, y en manera alguna para definir lo que es o debe ser en sí esta
causa; luego, y en conformidad con lo que dejamos establecido en la Crítica del
conocimiento, que el principio de causalidad no es una forma subjetiva, es
decir a priori y arbitraria, de nuestra razón, sino una evidencia objetiva,
captada en el mismo ser que se nos da en la experiencia y por tanto válido
proporcionalmente para la universalidad del ser. Síguese de ahí que, al revés
de lo que afirma Kant, el empleo trascendental del principio de causalidad es
legítimo y rigurosamente válido.
5 Objeción. — Algunos filósofos
han creído poder escapar de esta conclusión admitiendo una serie indefinida y
eterna de motores y de móviles. Si el mundo y el movimiento, piensan, son
eternos, no hay por qué buscar un primer motor.
Mas Santo Tomás responde que esta objeción nada dice contra
el argumento, por no tomarlo en su verdadero sentido. En efecto, el argumento
conservaría toda su fuerza aun en la hipótesis de la eternidad del mundo, pues
lo que en él se considera no es a serie de motores accidentalmente subordinados
en el tiempo, sino la serie de motores accidental y esencialmente subordinados;
actualmente, la planta crece, y su crecimiento depende del sol; mas el sol ¿de
quién depende? ¿De quién tiene su movimiento actual? Si lo recibe de otro
astro, este astro, a su vez, ¿de dónde tiene actualmente su movimiento? Es
imposible ir hasta el infinito, porque eso sería suprimir el principio y la
fuente del movimiento y por tanto el movimiento mismo. Mas es claro que existe
el movimiento. Luego existe un primer motor. Y si el mundo fuera eterno,
eternamente exigiría su movimiento un primer motor.
6 Objeción. — Se ha querido a
veces oponer a este argumento la hipótesis de una causalidad circular, es decir
de una causalidad recíproca de los elementos del universo, transformándose la
materia en energías diversas para volver luego a su estado original, y así
indefinidamente (hipótesis defendida por algunos filósofos griegos, que no
tenían la noción de creación, y entre los modernos por Nietzsche).
Pues bien, aunque se concediera un fundamento a esta
hipótesis, no cambiaría nada al alcance de la prueba por la causalidad: que la
evolución sea circular o que sea lineal, esto no afecta sino a la transmisión,
pero no a la fuente de la causalidad. Quedaría además por explicar la
existencia del universo, concebido como un Todo.
7 Objeción panteísta. -Los
panteístas admiten este razonamiento, pero no su conclusión. Para ellos, el ser
necesario no sería un Dios personal sino el mismo mundo, tomado en su conjunto,
y concebido por ellos como un ser Único e infinito.
Mas esta doctrina va evidentemente contra la razón. En
efecto, el todo, que es la suma de las partes, no puede ser de naturaleza
distinta de esas partes. Y siendo el mundo un compuesto de seres contingentes
él también es contingente y no tiene más razón que cada una de sus partes para
existir por sí mismo. Por tanto, su existencia para ser inteligible, exige la
existencia de un ser que exista por sí mismo, y éste es Dios.
8 Alcance del argumento. — Este
argumento no exige sólo una Belleza ideal, sino una Belleza subsistente, no
sólo una Verdad o Bondad ideal, sino una Verdad y una Bondad subsistentes (y
así de las demás perfecciones); es decir que nos lleva, como los argumentos precedentes,
a un Ser que existe en sí y por sí, y que es por esencia Verdad, Bondad,
Belleza, Unidad, etc., absolutas e infinitas.
Es que este argumento consiste también, como los
precedentes, en ir en busca de una razón de ser, a saber en busca de la razón o
de la causa de la semejanza o jerarquía de los seres compuestos. Y por ese
camino, establece que seres que poseen desiguales grados de perfección no
tienen en sí mismos la última razón de esta perfección, y que ésta no puede
explicarse sino por un Ser que la posea absolutamente y por esencia, mientras
que todos los demás no la poseen sino participada.
a) El argumento no nos llevaría a la existencia de una in
infinita. Tal es la objeción de Kant. El mundo, dice, no es infinito; y si, en
efecto, es necesaria una inteligencia ordenadora para explicar su unidad
interna, bastaría, en rigor, una inteligencia de una potencia prodigiosa sin
duda, pero no formalmente infinita.
La objeción es yana, pues comete el error de suponer que el
orden del mundo resultaría de un simple arreglo de materiales preexistentes. En
este caso, en efecto, una inteligencia no infinita sería una explicación
suficiente del orden del mundo. Pero el asunto cambia totalmente si el orden no
es mas que un aspecto del ser, ya que es un orden interno, resultado de la
esencia y de las propiedades mismas de las cosas, de modo que el autor del
orden es necesariamente, por el mismo hecho, el creador del ser universal, a la
vez Potencia infinita e Inteligencia infinita.
b) El juego del azar. Es difícil negar que el orden reine en
el mundo. Por eso los ateos no lo ponen en duda. Más para escapar a la
conclusión del argumento, afirman que el orden del mundo puede ser explicado
por la casualidad. El mundo actual, dicen, es el producto de fuerzas
inconscientes y fatales; ha pasado por fases muy diferentes de la que ahora
conocemos, ésta no se ha perpetuado sino gracias a la armonía que estas misteriosas
fuerzas han acabado por engendrar fortuitamente.
Fácil es echar de ver que esta explicación es, en realidad,
lo contrario de una explicación. La casualidad tiene como característica la
inconstancia y la irregularidad, que es justamente lo contrario del orden. La
casualidad puede, en rigor, dar razón de un orden accidental y parcial, pero no
de un orden que gobierne innumerables casos, y que se perpetúe, ya en el
interior de los seres, ya en sus mutuas relaciones, con una constancia
invariable.
c) La evolución. También se ha invocado la evolución para
explicar el orden del mundo. Mas la evolución, lejos de fundar el orden, lo
supone ya que se realiza según leyes, y leyes necesarias. La evolución
requiere, pues, absolutamente una inteligencia. Y es que las causas eficientes
no excluyen en modo alguno las causas finales: al contrario, el mecanismo no
tiene sentido ni siquiera existencia sino por la finalidad. Hemos demostrado ya
que las causas que pueden explicar la evolución de los seres del universo no hacen
sino obedecer a una idea inmanente, y, por consiguiente, suponen la existencia
de un orden anterior y superior a ellas.