sábado, 22 de noviembre de 2025

El Principio del Orden Natural: Fundamento Metafísico, Ético y Religioso



Resumen


El presente trabajo aborda el principio del orden natural como clave interpretativa de la realidad desde una perspectiva metafísica y teológica. Se sostiene que la realidad posee una ley intrínseca derivada de la estructura relacional entre potencia y acto, lo que implica una orientación esencial hacia la perfección del ente. Esta ley no sólo expresa el dinamismo interno del ser, sino que remite causalmente a una causa primera, fundamento último del orden del mundo. Aceptados estos principios, se derivan consecuencias éticas y socio-políticas que orientan la vida comunitaria conforme al orden natural, y se establece un criterio de discernimiento respecto de la autenticidad de las religiones, en tanto que la verdad revelada por Dios no puede contradecir la verdad contenida en la creación.


1. Introducción


El principio del orden natural constituye una de las categorías más fecundas de la tradición filosófica clásica, particularmente en el pensamiento aristotélico-tomista. En un contexto de crisis de fundamentos éticos y culturales, recuperar su sentido permite reconstruir una metafísica del ser que sirva de base tanto para la ética individual como para la organización social y la comprensión de la religión.


Este principio afirma que la realidad no es un caos ni una mera suma de fenómenos, sino un orden inteligible fundado en la naturaleza misma de los entes. Dicho orden no es impuesto desde fuera, sino que emerge de la relación interna entre potencia y acto, estructura ontológica que expresa la dirección perfectiva del ser hacia su plenitud. En última instancia, esta orientación remite a una causa primera, origen y fundamento del orden universal.


2. El orden natural y la ley intrínseca del ser


2.1 La relación potencia-acto como principio de orden


En la metafísica clásica, todo ente finito se comprende como compuesto de potencia y acto. La potencia designa la capacidad de ser, mientras que el acto representa la actualización o perfección de esa capacidad. Esta relación no es arbitraria, sino que comporta una orientación determinada hacia un fin específico: el ser tiende, por naturaleza, a actualizar sus potencias de acuerdo con su esencia.


De este modo, la ley natural no es una imposición externa, sino la expresión racional de la dinámica interna del ser. Cada ente tiene un modo propio de perfeccionarse y, por tanto, una ley ontológica que define su camino de actualización. En el ámbito humano, esta ley se manifiesta como ley moral natural, que orienta la acción libre conforme al bien propio del hombre.


2.2 La causa primera como fundamento del orden


El dinamismo potencia-acto presupone una causalidad que no puede explicarse únicamente por causas segundas. Toda actualización requiere de una causa en acto, y en la serie de causas se impone la necesidad de una causa primera que sea acto puro. Este principio causal remite a Dios como fundamento del ser y del orden de la creación.


Así, la ley inscrita en la naturaleza no sólo es un dato ontológico, sino también un signo de la inteligencia divina que la origina. La racionalidad del cosmos y su orden finalista encuentran su explicación última en la causa primera, que confiere sentido y coherencia al conjunto de la realidad.


3. Derivaciones éticas y socio-políticas del orden natural


Aceptar la existencia de una ley natural implica reconocer un orden moral objetivo, anterior a toda convención humana. La ética se funda, entonces, en la naturaleza misma del hombre, considerado como un ser racional y libre orientado al bien. En este marco, la sociedad y la política tienen por misión organizar la vida común de acuerdo con dicho orden natural, garantizando las condiciones que permitan a cada persona alcanzar su perfección propia.


Cuando la ley positiva o las instituciones sociales se apartan del orden natural, se produce una disonancia entre la norma y la realidad del ser humano, lo que genera desintegración moral y política. Por el contrario, una comunidad fundada en el reconocimiento del orden natural tiende hacia la justicia, la solidaridad y el bien común.


4. Consecuencias teológicas: verdad natural y verdad revelada


Desde la perspectiva teológica, el principio del orden natural tiene una implicación decisiva: si el mismo Dios es Creador y Revelador, no puede haber contradicción entre la verdad contenida en la creación y la verdad comunicada en la revelación. La teología natural y la teología revelada convergen en la unidad de la verdad divina.


En consecuencia, una religión auténtica será aquella cuya doctrina no contradiga el orden natural ni las verdades fundamentales inscritas en la creación. Cualquier sistema religioso que niegue el orden del ser o legitime comportamientos contrarios a la naturaleza humana se descalifica a sí mismo como expresión de la verdad divina.


5. Conclusiones


El principio del orden natural ofrece un marco comprehensivo para entender la realidad en sus dimensiones metafísica, ética y religiosa.


1. La realidad está regida por una ley interna derivada de la estructura potencia-acto, que orienta a los entes hacia su perfección.

2. Esta ley tiene su fundamento causal en la causa primera, origen del orden universal.

3. A partir de estos principios se desprende una ética natural que sirve de base a la organización política y social.

4. Finalmente, este mismo principio permite discernir la autenticidad de las religiones, asegurando la unidad entre la verdad de la creación y la verdad de la revelación.


El restablecimiento del orden natural como categoría central del pensamiento contemporáneo constituye, por tanto, una tarea urgente para la filosofía, la teología y las ciencias humanas.


Bibliografía


* Aristóteles. Metafísica. Madrid: Gredos, 1994.

* Tomás de Aquino. Suma Teológica, I-II, q.91-94.

* Maritain, Jacques. La ley natural y los derechos del hombre. Buenos Aires: Club de Lectores, 1985.

* Gilson, Étienne. El espíritu de la filosofía medieval. Madrid: Rialp, 1995.

* Pieper, Josef. Las virtudes fundamentales. Madrid: Rialp, 1998.


Autor: Pbro. Oscar Angel Naef