El Señor se sitúa frente a nosotros haciendo desaparecer a todos los intermediarios, aunque existieran. Elige esa palabra insondable para asociarnos a su vida y hacernos partícipe de su gracia.
De un modo particular consideraremos hoy, aunque oscuramente porque nos excede, el llamado de Jesús a la venerable Madre Eufrasia.
Nace en 1867 en el seno de una familia cristiana que sin duda valoraba el seguimiento de Cristo como un hecho fundante de la vida. Y es así como aquellos que le habían dado la vida biológica, también fueron instrumento de Dios para que pronto iniciara su vida sobrenatural en la pila bautismal de la parroquia de la Inmaculada, en su pueblo de Castelsilano.
“Sígueme” es la palabra clave que da inicio a un camino nunca interrumpido de nuestra Venerable Eufrasia que concluye, estamos convencidos, en el banquete del Cordero junto a María y todos los Santos.
Abandona su ciudad luego de haber forjado su vida en el amor al Señor de la mano de la Inmaculada. Con la madurez espiritual característica de su personalidad, inicia su consagración profesando sus votos religiosos en Roma.
No sin dificultades que podrían haberle hecho perder la paz, su “sígueme” la trae a Buenos Aires abandonando su tierra, su idioma, sus amigos y sus costumbres nacionales. Aquella mujer de Dios comienza a vivir definitivamente en el mundo sin ser del mundo. Su alma llena de Dios adquiere la universalidad de la fe de la Iglesia.
“Sígueme” para la Venerable Eufrasia se transforma en donación de sí para la causa de Dios. Su vínculo con Jesús le da un notable olfato para abrazarse a los signos de la providencia porque allí ve el Evangelio, la palabra viva que la hace ser semilla del Reino.
A su paso va dejando la huella de Dios que se multiplica en obras de misericordia haciendo realidad aquello de “Misericordia quiero y no sacrificio”: hospitales, casas cunas, asilos y colegios.
Su “sígueme” fue confirmado por la Iglesia en la notable acogida del arzobispo de Buenos Aires y las decisiones de la Santa Sede que se suceden en el paso de los años con la aprobación de la Fundación de la Congregación que multiplicaba las vocaciones y la devolución del nombre al amparo de la Virgen Inmaculada.
Si quisiéramos caracterizar su nobleza espiritual deberíamos enumerar momentos, decisiones y silencios que revelan grandezas del espíritu. Nos contentamos con destacar cualidades características: humildad, desprendimiento, oración, fortaleza, templanza, generosidad y amor.
En la cercanía de Agosto de 1916, lejos de su tierra natal y bien plantada espiritualmente en el lugar elegido por Dios, recibe su último “sígueme” que la lleva a la eternidad y con ella una nueva puerta se abre por su intercesión para que los hijos de sus obras de misericordia encuentren la fortaleza para responder como Ella al “sígueme” del Señor. Venerable Madre Eufrasia intercede por nosotros. Amén
Pero. Oscar Angel Naef