Al dirigirse al Divino Rostro la Beata Madre Pierina hace suyas las palabras del Salmo: «Oigo en mi corazón: “Buscad mi Rostro”. Tu Rostro buscaré, Señor, no me ocultes tu rostro». Estas mismas palabras nos resultan muy apropiadas para dirigirnos hoy al Señor Jesús que en su humanidad despojada en la cruz experimentó el sufrimiento en el límite de lo humano. En sus manos depositamos nuestra oración confiada en medio de la crisis sanitaria por el Covid19: lo hacemos por aquellos que han partido, por quienes están transitando la enfermedad, por los familiares y amigos que necesitan consuelo, y por todos nosotros sometidos a la prueba en medio de la tempestad.
Nuestra vida cotidiana lleva muchos meses con la marca imborrable de lo incomprensible, de dificultades inesperadas, del sufrimiento provocado por la enfermedad muchas veces mortal, y por el manejo político inhumano de la crisis. Todos lo sabemos porque lo experimentamos. Hemos, y seguimos experimentando el límite de nuestros huesos y de nuestra carne; así como lo experimentó el Señor entre nosotros.
En el Evangelio que hoy leemos Jesús le dirige a Marta estas palabras: «Yo soy la Resurrección y la Vida. El que cree en mí, aunque muera, vivirá; y todo el que vive y cree en mí, no morirá jamás. ¿Crees esto?»"
Una pregunta que el Señor Jesús nos dirige a cada uno de nosotros y que encuentra su respuesta en la fuerza del amor de Dios que supera toda prueba y es capaz de vencer a la muerte. Esa es la roca firme donde ponemos los cimientos. El nos hace experimentar de modo concreto aquello que El experimento primero: la fuerza de la fidelidad del amor del Padre que vence en la cruz al pecado y a la muerte. Ese Amor que impide que seamos vencidos por la tribulación, el sufrimiento y las dificultades.
¿Seremos capaces, como Marta en el Evangelio, de decir: “Si, Señor, ¡yo creo!”? ¿O nos dejaremos invadir por dudas y las oscuridades que estamos viviendo en esta crisis social, política, económica y sanitaria? Con nuestra actitud, ¿también la convertiremos en crisis de Fe?
Repitamos una vez más con la Beata Madre Pierina: «Oigo en mi corazón: “Buscad mi Rostro”. Tu Rostro buscaré, Señor, no me ocultes tu rostro». Y agreguemos de nuestra cosecha: Creemos en Ti Señor, porque Tú tienes palabras de vida eterna; Tú eres nuestra esperanza de vida más allá de la vida; Tú eres nuestra luz y nuestra paz.
Nos encomendamos a la Virgen Inmaculada y encomendamos a todas las víctimas de la pandemia: que su maternal intercesión nos alcance gracia y santidad en medio de la prueba y del peligro. Amén.
Pero. Oscar Angel Naef